LA FAMILIA BERLANGA Leyenda de terror (Basada en hechos reales)

En esta publicación nos adentraremos en la historia de terror de la familia Berlana; una historia que se caracteriza por esconder el secreto de una de las familias más adineradas, más billetudas de la ciudad de Guadalajara.

Cuento de terror basado en hechos reales


La lluvia caía tan fuerte que hacía que los parabrisas de la camioneta ford parecieran como velos borrosos de la noche. Apenas y se alcanzaba a ver a unos 2 metros de distancia, e ntre los faros de la camioneta y las últimas horas de lluvia que se divisaban en la oscuridad.

Sumado a eso la carretera estaba llena de baches, cada que las llantas delanteras caían a uno, la dirección de la camioneta se iba hacia la izquierda, justo al otro carril donde venían los carros del otro sentido.

Ese pequeño detalle mecánico hacia que manejar en esa carretera fuera casi mortal.

El señor Javier junto con uno de sus trabajadores regresaban a la ciudad de Guadalajara por una vieja carretera que nadie ocuapaba, era una de esas carreteras en las que no hay señalamientos, y lo único que se puede ver son campos de cultivo y las grandes paredes de las haciendas del estado de Jalisco.

Nunca tomaban esa carretera de regreso, pero extrañamente en esa ocasión don Javier se había equivocado al tomar la última salida.

Dentro de la camioneta había un silencio sepulcral que se ahogaba por el ruido que hacían las gotas de lluvia que se estrellaban con fuerza en la lámina vieja del techo de la camioneta. Don Javier era el que conducía, mientras que su ayudante José, iba con la vista fija hacia al frente, como hipnotizado, como perdido en sus pensamientos, viendo fijamente a la luz de la camioneta que al perderse entre los curvas, los árboles y la oscuridad formaba una especie de túnel que parecía conducir directo al mismo inframundo.

Don Javier llevaba años manejando esa camioneta, por eso a José no le preocupaba que fueran a tener un accidente, pero saliendo de una curva las llantas de la camioneta pegaron contra un bache, don Javier perdió por segundos el control y cuando quizó retomarlo, una pequeña silueta salió de entre la oscuridad y se paró enfrente de ellos.

¡Don Javier cuidado!.- Gritó su ayudante

Las botas enlodadas de don Javier pisaron con fuerza el pedal del freno, mientras que con su mano derecha jalaba al mismo tiempo la palanca del freno de mano; fue tan brusca la frenada de la vieja camioneta ford que el rechinido del carro se escuchó más fuerte que los truenos que caían esa noche.

Por unos segundos quedaron en shock, no sabían exactamente lo que habían visto.

Fue don Javier quien rompió la extraña tensión que se formaba arriba de la camioneta, abrió la puerta de su lado izquierdo y se bajó para ver que era lo que se había atravesado. La puerta rechinó al abrirse y se cerro de un fuerte golpe.

José se quedó arriba de la camioneta, estaba impactado, viendo fijamente la silueta de don Javier que se había bajado con su sombrero vaquero y su chamarra de piel para cubrirse de la tormenta.

Ayúdame muchacho!.- gritó Don Javier desde el otro lado del espejo.

Al bajarse de la camioneta José alcanzó a ver el cuerpo de una niña que se encontraba inconciente, atorada con una pierna entre la llanta lodosa de la camioneta y el suelo.

No te quedes ahí muchacho, ayuda!

Con mucho esfuerzo pudieron levantar la llanta de la camioneta para sacar a el cuerpo de una niña que estaba inconsciente. José, el ayudante, al levantar a la niña pudo ver que su cuerpo estaba lleno de golpes y heridas, pero había una en particular que les llamaba la atención.

Parecía una mordida en su hombro izquierdo, no dejaba de salirle sangré. José arrancó la manga de su camisa y la amarró en el hombro de la niña para detener la hemorragia, Don Javier la cargó y al hacerlo, el contraste con la luz de la luna les mostró que el cuerpo de la niña está lleno de mordidas.

Don Javier la metió en la camioneta para llevarla al primer hospital que estuviera sobre la carretera.

Mientras iban en el camino, algo inquietante paso… , la niña abrió los ojos y como si en ellos tuviera dibujado el recuerdo del mismo infierno comenzó a gritar llena de desesperación.

no me muerdas, no me muerdas… alejate de mi… no me coman-

Don Javier y José sólo se quedaron viendo uno al otro, sin entender quien o que le habían provocado esas heridas a la pobre niña.

La Familia Berlanga



Ustedes se estarán preguntando, y esta historia que tiene que ver con la familia Berlanga…

Preparense porque esto apenas comienza.

Los Berlanga eran una adinerada familia de la Ciuda de Guadalajara, como les había comentado, Nadie sabía como habían amasado tal fortuna, aunque la mayoría sospechaban que había sido a través de negocios turbios.

Imaginense mis criaturitas del terror, cuanto era el poder de los Berlanga que podían influenciar directamente en la política del país, de hecho todo el mundo sospechaba que exprimian económicamente a la ciudad y a su gente.

Extrañamente, meses antes del incidente de la niña y la camioneta ford de don Javier, se empezó a suscitar una ola de niños, niñas adultos y jovenes desaparecidos muy cerca de la gran hacienda de los Berlanga.

Aunque nadie sabía a ciencia cierta que era lo que pasaba con estas personas desaparecidas, se corría el rumor de que muchas de estas personas simplemente se iban de sus pueblos para buscar el sueño americano, o en otras palabras que habían emigrado al norte en busca de trabajo.

Lo que nadie se atrevía a responder, era, ¿qué había pasado con los niños?

Cuando ocurrió lo de la niña que Don Javier y su ayudante encontraron en la carretera, al día siguiente el jefe de policía llegó al hospital donde la habían internado.

El policía había llegado junto con un empresario, casualmente rival a muerte de la familia de los Berlanga. Al preguntarle a la niña que era lo que había pasado todos los que escucharon quedaron helados.

Esta fue su declaración:

Me tenían encerrada en un cuarto oscuro… Todos los días me llevaban cosas deliciosas para nosotros, comida deliciosa, frutas, demasiada comida, era demasiada. Los primeros días devoré todo lo que podía, después no quería más, pero ellos nos obligaban, ¡nos obligaban a comerla! Me hice amiga de un niño que estaba en el cuarto junto al mío, pero una noche escuchamos cómo llegaron unas personas, podía escuchar muchas voces hablando y riendo, luego comenzaron los gritos, ¡los gritos aterradores de otros niños!

Mientras la niña seguía contando la aterradora noche que había vivido, su expresión se fue congelando en el tiempo, como si lo estuviera viviendo una vez más, sus manos temblaban y mientras más nos contaba sus ojos se fueron llenando de terror.

Después de esa noche, mi amigo no volvió a contestarme. No sé cuánto tiempo estuve ahí, ¡pero fue una pesadilla, solo quería salir de ahí!

Sin pensarlo dos veces el jefe de la policía mandó irrumpir la casa de los Berlanga.

Al entrar lo que encontraron los dejó traumados de por vida.

En el sótano, donde tenían encerrada a la niña, encontraron infinidad de cuerpos de personas de diferentes edades, algunos descompuestos, otros a medio descomponer.

Pero lo que nunca se les olvidará a los policías que entraron en la famosa casa de los Berlanga, es que muchos de esos cuerpos estaban cercenados y puestos a congelar como si se tratara de reses, o alimento para preparar.

Obviamente, los sirvientes y demás trabajadores de los Berlaga intentaron de todas las maneras posibles enfrentearse a la policía. De hecho se dice que fue una de las masacres más aterradoras de la ciudad de Guadalajara.

En otra parte de la declaración, la niña les contó a los policías como fue que escapó de las garras de estos caníbales.

En su declaración la niña dijo que ella y su hermana habían sido secuestradas por los Berlanga, y cuando les tocaba su hora de morir, ella había tomado un tenedor que encontró en una de las mesas, y con mucho coraje lo había enterrado en el ojo del jóven hijo de los Berlanga que se la iba a comer.

Al querer ayudar a su hermana, ella le dijo que saliera corriendo y que pidiera ayuda. Así fue como llegó a la carretera donde casi la atropella el señor Javier.

Al parecer su hermana no corrió con la misma suerte. Esta leyenda hubiera desaparecido de no haber sido por la niña, que con los años se convirtió en la abuela del autor de esta historia… y con respecto a los Berlanga se dice que después de la redada, la familia se mudó a otro país.

Aunque cuentan las leyendas que después de unos años, alguien aseguró haber visto paseando entre las ruinas de la hacienda, a un hombre con un parche en el ojo.

FIN

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